Bessent es una persona educada y cualificada, un exquisito homosexual multimillonario, en la corte de un machista. Se expresó así con motivo del viaje del presidente Sánchez a Asia. Inmediatamente la oposición conservadora española y los medios que la apoyan interpretaron que el aislamiento de China era la política oficial de la administración americana.
Sin embargo, Paul Krugman, en su blog, hace un análisis en el que niega que el gobierno americano tenga una estrategia en ese o en cualquier otro asunto. Cada uno de los altos cargos con competencia en materia comercial; Bessent, Peter Navarro -asesor del presidente-o Howard Lutnick- secretario de comercio-sueltan ideas en público esperando que se conviertan en realidad. Lo que dice Bessent es solo un intento de imponer su criterio favorable al aislamiento, en contra de la posición de otros como Musk.
Los acuerdos que están intentando lograr con algunos países para ese objetivo no tendrán éxito porque Trump ha perdido la credibilidad cambiando cada día su política sobre aranceles. El prestigio de Estados Unidos entre los países democráticos se está desmoronando. Los trumpistas no saben lo que hacen, ni lo que quieren. Por supuesto China no es un país democrático y manipula su comercio exterior pero es previsible y no está sometido a los vaivenes de las elecciones .
En esta guerra comercial China tiene las de ganar: Estados Unidos le exporta productos agrícolas que China puede comprar en otros lugares pero tendrá difícil reemplazar los bienes industriales que importa de allí, lo que afectará al sector manufacturero que pretende proteger pero en el que casi nadie quiere trabajar: Quiero ponerme Nikes pero no trabajar en la fábrica.
Como señala Martin Wolf, quizás el más prestigioso de los analistas económicos liberales, en el Financial Times, las actuaciones de un Rey Loco tienen importantes consecuencias económicas. Trump es un loco con los instintos de un dictador que usa la capacidad de un presidente, otorgada en los los años 70 de imponer aranceles unilateralmente, para generar el caos. En el mismo periódico Edward Luce, jefe de la redacción en Estados Unidos, advierte del camino que lleva ese país hacia una dictadura sin separación de poderes. El presidente ignora decisiones del Tribunal Supremo, utiliza al ministerio de justicia para atacar a los que niegan que las elecciones del 2020 fueran fraudulentas y perseguir a cualquiera que le haya ofendido real o presuntamente. Para Trump lo importante no son los aranceles sino la sumisión, que es lo que intenta obtener de la UE con sus exigencias. Una Unión que, según él, se habría creado para joder a los Estados Unidos .
En España ,el principal partido de la oposición asegura que el viaje del presidente a China fue extemporáneo y que la política del gobierno español respecto a ese país no se ajusta a la de la Unión Europea, para rematar afirmando que no se sabe para qué hizo ese viaje aparte de para rendir pleitesía a un dictador comunista, obviando los desplazamientos de sus propios dirigentes. Resulta sin embargo que ese viaje estaba programado desde hacía meses y que políticamente hubiera sido más perjudicial cancelarlo. Por supuesto, contaba con la aprobación de la Comisión, que no quiere estar al albur de lo que le apetezca a Trump en cada momento, para lo que necesita cooperar con otros países. Respecto al contenido del viaje: inversiones chinas en España y exportación de productos afectados por los aranceles son bien conocidos.
La pretensión de algunos de los seguidores de Trump de que todo forma parte de un plan para beneficiar a los americanos queda desmontada con una sola frase, por el economista y también colaborador del Financial Times Janan Ganesh: entender a Trump es sencillo: es tal como parece. No hay plan.
En España el Gobierno ha optado por no besarle el culo a Trump, mientras que el principal partido de la oposición, como otras veces, imita al gato cuántico de Schrödinger, que podía estar vivo y muerto al mismo tiempo. Sánchez se arriesga a que le corten el cuello, pero puede que no. Si hubiera decidido someterse al deseo de Trump, el riesgo seria el mismo, dada la imprevisibilidad del presidente americano que, además exige que la sumisión sea permanente. Incluso puede que le beneficie electoralmente como ha sucedido con Carney en Canadá o con Frederikssen en Dinamarca, que han aguantado el tirón.
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