Francisco además de santo (algún día se le venerará) era sabio y bueno, se preocupaba por los débiles, los enfermos, los ancianos y los pobres; en ese sentido era muy socialista, y es por esa razón que después de su muerte ha sido llorado sobre todo por las izquierdas y por el padre Ángel. Por los socialistas y comunistas de toda la vida. Él no era un político, era un hombre preocupado por lo que llamaba las periferias, por los sin techo.
Y a lo que vamos, mi padre murió con 81 años después de haber triunfado profesionalmente toda su vida; era un titán de fuerza física y emocional enorme, nos quería a sus hijos con locura, y quería a sus catorce empleados del almacén de mercería que regentaba también con locura, pienso que a todos nos quería así, era incapaz de querer de otra manera. Sin embargo al final de su vida le dio por decir que “había fracasado”, que su vida era un fracaso.
De esa miopía yo me quiero corregir. Últimamente fallo en la vida más que una escopeta de feria, como acabo de decir, muchos de los disparos no solo no dan en la diana sino que salen con frecuencia en dirección contraria. ¿ Soy por ello un fracasado?. No, en absoluto.
De niño fui un ser contemplativo por razones de salud; en la mitad de mi vida escribí novelas, alguna de ellas llevada al cine, y escribí también obras de teatro premiadas y representadas en teatros importantes, así como cientos de artículos que me otorgaron la fama y el aplauso del público a nivel nacional. Además trabajé para la Administración del Estado, en un ministerio, durante 42 años y con todo ese dinero – aunque lo derroché a manos llenas – me compré el piso que habito en pleno centro de Madrid; me vestí y alimenté, como decía Antonio Machado, y además me casé por la Iglesia católica con una mujer muy buena con la que he tenido una hija preciosa: guapa, inteligente y buena.
Ahora, en la vejez (82 años) fallo los disparos, como he dicho, con una frecuencia casi alarmante. ¿Soy por eso un fracasado, como decía mi padre erróneamente?. No. Solamente soy anciano y nada más.
Solo me queda esperar a la muerte, como decía el Papa Francisco; pero pido al Espíritu Santo, en el que creo y amo de veras, que cuando venga sea suave, y me encuentre en un estado de una gracia suficiente como para ir al paraíso a gozar de su presencia, junto con la del Padre y la del Hijo.