Tener una anfitriona amiga y sagaz es una ventaja, para reciclarse sobre el lugar y en el tiempo presente: la fotógrafa puntual Juana María Herce, una escritora (vaga, para escribir como dice ella) con dos libros de poemas publicados: “Bajo diversos cielos” (2014) y “Cuando pausa la mar” (2019). Además, ha escrito cuentos que ha publicado en distintas revistas y periódicos. Lectora empedernida, hasta el punto de aparcar la televisión como un invento innecesario. Pero lo mejor de ella es su personalidad, una mujer sociable y “socialité”, al mismo tiempo que clara y rotunda. Generosa como ella sola; da gusto ser su amiga. “El dinero es para gastarlo”, sostiene a pie juntillas.
Viajera por esos mundos de Dios, Juana Mari tiene sus preferencias: la Inglaterra verde y calma, donde residió dos cursos, y, Marruecos, el colorista país vecino del sur, sobre el que discrepamos amistosamente en algunos aspectos. Me pidió que trajera el pasaporte para viajar a Tánger el fin de semana, pero los hados no fueron propicios: ella porque se dio un golpe en un pie y lo tiene dolorido, y yo, porque arrastro mi alergia latosa -mi cruz de cada día- y cuando toso, ella nota que puedo molestar al oprójimo y me ordena:
-¡Bebe agua!
Yo le obedezco y saco la botella del bolso.
Un viaje es una aventura y un relato, si se está con los ojos abiertos, los oídos atentos y la sensibilidad encendida. Requiere también una buena compañía, si es que se lleva y cierta sincronía mental para no chocar. Con Juana Mari es un placer, porque conoce a gente y la presenta, porque explica con documentación oportuna, porque dirige y manda cuando hay que hacerlo, porque cede y deja opinar, cuando el otro se le resiste. Le gusta la vida de amor y lujo y la disfruta hasta donde puede, si no, la vive en los libros. Sabe dónde se toman las mejores tortillas de camarones, el mejor potaje de Cuaresma, las torrijas más jugosas, el chocolate a la taza y las porras comme il faut … Gourmet y buena cocinera.
Como buena riojana, de nacimiento en Quel, al lado de Arnedo, te dice o te canta las cuarenta cuando cree que debe hacerlo:
-Vienes vestida muy oscura y aquí se necesita color, me dijo el primer día.
-Es que vengo de la sobria Castilla, me defiendo.
-Vienes de Madrid y eso no puede ser.
Me revistió con una blusa ibicenca y me contó que el mayor lujo que se puede tener en el armario es una hilera de camisas blancas de todo tipo, bordadas o no, de seda, hilo o algodón… Optó para mí por un cortavientos color celeste y, como todavía me vio pálida, me encasquetó un fular verde fosforito que resalta en todas las fotos.
Un crítico de arte que no recuerdo su nombre dijo que “Castilla tiene luz y Andalucía, sol”.
Nuestra amistad viene de lejos, y eso que Juana Mari, es una amistad heredada de su ex marido, un colega, al que yo conocí antes que a ella. Todavía recuerdo cuando a mi hija siendo una niña de siete años y yo veníamos a su casa -siempre en vacaciones de Pascua - y Juana Mari la peinaba y le ponía un lazo de seda en el pelo, como a su hija. La niña venía a mí apurada y me decía:
-Mamá, Juana Mari me ha puesto un lazo en el pelo y yo no quiero.
-Pues tienes que llevarlo, porque ella es la anfitriona y la tenemos que respetar.
Mi niña salía con lazo de colores en todas las fotos.
Lo cierto es que hemos pasado vacaciones estupendas en la costa mediterránea junto a nuestra amiga.
Ahora me espera la vida cotidiana, a la que hay que salpimentar a diario. Haremos lo que podamos: presentar dos poemarios, uno en Alcalá de Henares y, otro, en El Escorial, amén de una mesa redonda en la Casa de Castilla-La Mancha en Madrid. Tengo un libro de crónicas viajeras por revisar y pensaba hacerlo durante estas vacaciones, pero la vida se me fue por otros derroteros.
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