En las Cortes de Cádiz, entre los ecos de la invasión napoleónica y las luchas intestinas por el futuro de España, se destacó como una figura incómoda, pero necesaria. Su voz se alzó contra el absolutismo, pidiendo reformas que muchos, acobardados por el peso de la tradición, se negaban siquiera a susurrar. Los que lo conocían bien sabían que Oliveros no era un hombre de compromisos fáciles, ni de esas medias tintas que nunca sirven cuando el destino de una nación está en juego.
Esta es la obra que nos presentan José Antonio Ramos Rubio y José Luis Pérez Mena, su libro número siete dedicado a los liberales extremeños, un proyecto que comenzó hace ocho años y que con esfuerzo han sacado a la luz una nueva obra.
Son escasos los estudiosos que han dedicado su tiempo a desentrañar las complejidades de la figura de Antonio Oliveros y Sánchez, pero desde la publicación de esta obra, habrá dos nombres que brillan con luz propia José Antonio Ramos y José Luis Pérez. Ambos han logrado capturar no solo el contexto histórico y político en el que vivió el sacerdote liberal, sino también la profundidad de sus ideales, su valentía y su influencia en los momentos cruciales de la historia española.
En 1810, Oliveros fue elegido diputado para representar a Extremadura en las Cortes de Cádiz. Como liberal, defendió algunos principios claves como la libertad de imprenta, la abolición de privilegios feudales y gremiales, la supresión de la Inquisición y el establecimiento de una monarquía constitucional. Su labor incluyó la participación en varias comisiones importantes, como las de Constitución y Libertad de Imprenta, y firmó la Constitución de 1812, conocida como La Pepa.
El libro está prologado por Alfonso Beltrán Muñoz, Presidente de la Mancomunidad de Municipios de la Sierra de Gata, y editado por Tau Editores de Cáceres.