Fue acogido por su partido, que acababa de fulminar a su antecesor, como un salvador que recuperaría el gobierno de la nación,– antecesor que había sido capaz de regalar 27 insultos en 10 minutos a Pedro Sánchez-. Para subrayar el cambio en su primera declaración pública aseguró que él no había venido a Madrid a insultar a Sánchez sino a sustituirlo. En realidad lo que había querido decir -Feijoo siempre necesita un intérprete- es que no había venido a la capital a que le insultaran, dando por supuesto que el gobierno caería rápidamente -en realidad lleva cayendo desde que se formó hace ya casi 7 años- y a él, en su nuevo cargo, no le gustaría ser insultado.
Empezó centrándose en la situación económica afirmando pomposamente que: Nos dirigimos a una profundísima crisis económica. En realidad, el PIB español creció ese año casi el doble que el del conjunto de la UE y proporcionalmente aún más en los dos últimos años. Fue abandonando ese camino, pero la imagen de un líder de la oposición se diluye si no habla de asuntos económicos.
Cerrada esa vía encontró, con la ayuda de muchos jueces, un filón en el asunto de la amnistía a los políticos catalanes condenados. Con su dura oposición a la medida recuperó algo de imagen, lo que le permitió llegar a las elecciones municipales y autonómicas del año 2023 en buena posición de salida. Para contentar a los moderados designó a Borja Semper portavoz de la campaña electoral al tiempo que también se ocupaba de traducir al español sus convolutos .
Los magníficos resultados del Partido Popular marcaron el punto álgido de la imagen de Alberto Núñez Feijoo, al que tanto su gente, como los medios, veían en un futuro inmediato como presidente del gobierno. Pero el éxito no era solo suyo. Algunos barones regionales adoptaron posiciones propias limitando las opciones de su teórico jefe y debilitando su imagen. Para remate volvió a hacer vaticinios al asegurar que Sánchez entregaría el Govern de la Generatitat a Puigdemont para conservar su sillón en La Moncloa.
El sorprendente y arriesgado movimiento de Sánchez convocando elecciones generales para el mes de julio descolocó a Feijoo que las había estado reclamando. Se puso nervioso y actuó erráticamente acusando al presidente de convocarlas en verano para que la gente se quedara en casa y acusando falsamente a Correos, como ya había hecho en Galicia en el 2009, de no entregar todos los votos. Alcanzó su nivel más bajo en la entrevista que le hizo Silvia Inchaurrondo en la que soltó datos falsos sobre las pensiones y perdió los nervios cuando la presentadora se lo señaló.
La pírrica victoria del PP le permitió presentar su candidatura a la presidencia del Gobierno que fue rechazada por el Congreso, mientras que Sánchez logró el apoyo de un grupo variopinto de partidos y logró ser designado por tercera vez .
Descolocado ante la imprevista situación ,Feijoo soltó una de sus mejores perlas al asegurar que no era presidente porque no quería. Su imagen cayó en picado .
Desde entonces no se ha recuperado. Diariamente exige elecciones y asegura que el gobierno no aguanta un día más pero cada vez que el PP tiene una posibilidad de rematar al presidente él se arma líos organizando peleas que no puede ganar como el intento de impedir el nombramiento de Teresa Ribera como vicepresidenta de la Comisión Europea o su negativa a apoyar el decreto ómnibus que incluía la subida de las pensiones y la devolución del palacete del Instituto Cervantes en París al PNV. Tuvo que rectificar, con el consiguiente coste de imagen, cuando descubrió que, de nuevo, Sánchez había caído de pie después de otro doble salto mortal.
La política de Trump con respecto a Ucrania le dejó de nuevo en una zona gris emparedado entre un Abascal sumiso y un Sánchez inmanejable. Los vericuetos dialécticos necesarios para encontrar un hueco terminaron con una aceptación de la posición europea, a costa de alinearse en el mismo bando que el PSOE.
La tragedia de Alberto Núñez Feijoo es que mientras las encuestas dan a su partido claramente ganador en unas potenciales elecciones generales, él no consigue desbancar a Sánchez como preferido para ocupar la presidencia. Casi 3 años después de aquella prometedora llegada, lo más probable es que la legislatura se agote y las elecciones se celebren en el 27 cuando ya habrá cumplido los 65 años ,la edad de la jubilación, mientras que el actual presidente tendrá solo 54 .
Su entusiasmo va menguando, su energía va disminuyendo su carácter se va agriando y ya son muchos los que auguran que si, en la legislatura actual no fue presidente porque no quiso, en la próxima no será líder de la oposición porque no pudo.