Fue un asentamiento de importancia durante el Imperio Romano debido a su proximidad a la Vía de la Plata, una de las principales calzadas romanas que unía el norte de la península con el sur, pasando por la región de Badajoz. En esta zona, los romanos dejaron huellas en forma de monumentos, vestigios arqueológicos y, posiblemente, villas rurales. El autor ha estudiado los asentamientos prehistóricos y visigodos de la zona, poniendo especial incapié en la existencia de dólmenes y basílicas del siglo VI y VII.
Durante la Edad Media, la región pasó a formar parte del dominio musulmán tras la conquista de la península ibérica en el siglo VIII. Aljucén, debido a su situación estratégica, fue un asentamiento de los árabes, que fundaron numerosas atalayas y fortalezas en la zona. Sin embargo, después de la reconquista por parte de los reinos cristianos, la zona pasó a estar bajo el control del Reino de León y, más tarde, bajo la corona de Castilla. En la Edad Media, Aljucén fue una de las localidades que, al igual que otras del suroeste de la península, sufrió las luchas y disputas territoriales entre los reinos cristianos y musulmanes.
Durante los siglos XVI y XVII, Aljucén experimentó un proceso de consolidación en cuanto a su población y organización, aunque en términos de desarrollo urbano y económico, continuó siendo una pequeña localidad rural. Su población estaba vinculada principalmente a la agricultura, dada la importancia de las tierras de cultivo en la zona. José Antonio Ramos realiza un riguroso estudio de la iglesia parroquial y de las obras artísticas que conserva el templo.
También el autor se adentra en la época moderna y contenporánea como pequeña localidad que forma parte del municipio de Badajoz, aunque conserva su identidad y tradiciones. Su economía sigue estando vinculada al campo, y el turismo, especialmente el rural, ha cobrado importancia en los últimos años gracias a su emplazamiento en el camino Mozárabe.