Si el Caribe es un nombre que nos evoca un destino de sol y playa, Cuba incorpora el aliciente de contener una riqueza cultural e histórica que no se puede eludir entre playa y playa.
Aquel conjunto de tierras, que ni siquiera estaban unidas entre sí y formaban un conglomerado de islas e islotes, fueron la primera escala de cuantos marinos, exploradores, adelantados y aventureros habían seguido la ruta que trazara Colón.
Y, por supuesto, aquellos hombres –que se lavaban, solo cuando tocaba, en el mar– no iban buscando las deliciosas playas que lanzan su reclamo hoy en día, sino que fueron trasportando su cultura, sus usos y maneras, adaptándolas a la nueva geografía y sobre todo a la nueva climatología, creando un universo tan interesante o más que sus playas. Y ese es uno de los atractivos de Cuba, que la cultura y el ocio van de la mano, sin olvidar el espléndido paisaje que cautivó a Colón cuando pisó por primera vez suelo cubano y se arrodilló diciendo aquello de: «Esta es la tierra más hermosa que ojos humanos hayan visto jamás».
LA HABANA
Nuestra primera escala fue La Habana, como no podía ser de otra manera, cuyo nombre trae nostalgias de tiempos pasados. Asentados en el Hotel Iberostar Packard, La Habana vieja nos desveló sus secretos. Allí está la bahía, estratégicamente forjada por la naturaleza al abrigo de la maldición caribeña que son sus huracanes y mirando de frente al estrecho de la Florida, defendida en su punta por el Fuerte del Morro, una de las señas de identidad de la ciudad. La Plaza de las Armas con el Castillo de la Real Fuerza, la Plaza de la Catedral, callejas que evocan el aire colonial. Visitamos el Capitolio y a su derecha se erige el imponente edificio del Centro Gallego de La Habana –porque según la percepción popular todos los españoles somos gallegos y nos llamamos Pepe–, el Teatro de Alicia Alonso que hasta la muerte de la artista había tenido el nombre de Federico García Lorca.
Calles y callejas de la vieja Habana. La calle Obispo y su cruce con Mercaderes, donde está el Hotel Ambos Mundos en el que se alojaba Hemingway, aunque ya se sabe que él pasaba gran parte de su tiempo en el Floridita tomando sus daiquiris. Otros bares y restaurantes famosos como lo es La Bodeguita del Medio y también el Sloopy Joe’s, frecuentado por Errol Flynn. El marco, magníficamente recreado por Graham Greene, en Nuestro hombre en La Habana, que solo necesitó de llevar allí a Alex Guinnes, Burl Ives, y Maureen O’Hara para que Carol Reed lo convirtiera en película.
Uno de los atractivos que hay que disfrutar es montar en coches antiguos: Cadillac, Chevrolet, Packard… anteriores del año 1959 y pasear por el Malecón, el otro emblema de la ciudad cuyo murete, llamado cariñosamente el banco más largo de la ciudad, es el punto de encuentro de los habaneros.
Y no se puede salir de allí, y si es a la puesta de sol mejor, sin subir a la terraza 360, en el piso 9º del Hotel Paseo del Prado, donde la ciudad no puede esconder ningún rincón.
Desde la Habana hicimos una visita a la región Pinar del Río, donde encontramos la Ruta de Tabaco, pudiendo conocer de primera mano el cultivo, proceso de elaboración de los famosos puros habanos. Recorrimos el valle de Viñales para ir a la Cueva del Indio, una cueva kárstica producida por un río subterráneo que obliga a recorrerla en pequeñas barcas y vimos el Mural de la Prehistoria, pintado sobre la pared natural un mogote y que está considerado como una de las pinturas a cielo abierto más grandes del mundo con unas dimensiones de 120 m de alto y 160 m de ancho.
TRINIDAD
Nuestra siguiente escala fue Trinidad, en la región de Sancti Spiritus. Y por fin llegamos al Caribe. Porque en una aclaración muy escolar –para los que aquellos años nos quedan muy atrás – el norte de Cuba está bañado por el Atlántico y es cuando se llega al litoral sur cuando se uno zambulle, literalmente, en el Caribe.
El Hotel Meliá Trinidad Península nos acoge ofreciendo un paraíso de sol y playa verdaderamente idílico y hay que hacer un esfuerzo para abandonar aquellas instalaciones y acercarse a la ciudad. Aunque en ese momento se olvida el esfuerzo y se abren mucho los ojos, tal es el espectáculo que se ofrece ante ellos. Trinidad sumerge al viajero en un auténtico museo de casas coloniales pintadas de colores, calzadas empedradas y un marco que evoca otros tiempos.
La Villa de la Santísima Trinidad –nombre completo de la ciudad– fue la tercera villa fundada por la Corona Española en la isla, allá por 1514 y hoy es una de las mejor conservadas en América obteniendo el reconocimiento de Patrimonio Mundial de la Humanidad por la UNESCO, junto al Valle de los Ingenios, una zona donde prosperó la industria azucarera y que también visitamos.
CIENFUEGOS
En el camino entre Trinidad y Varadero nos detuvimos en la localidad de Cienfuegos, ubicada en la llamada península de la Majagua, a la orilla de la bahía de Jagua. Muy interesante, pero demasiado rápida, fue la visita al Palacio del Valle, un imponente edificio ubicado en Punta Gorda, el extremo sur del Prado. Se trata de una construcción única en Cuba por la unión de tantos estilos arquitectónicos y que hoy pertenece al Hotel Meliá Jagua, pero que encierra una historia romántica relacionada con la antigua familia cántabro-asturiana del Valle.
VARADERO
Varadero es la tercera y última etapa de nuestro viaje. De nuevo en la costa norte, en el Atlántico, las playas de Varadero, que se extienden por 22 Km, son reconocidas como las mejores de toda la isla y, quizá por ello marcan su reclamo al turismo a nivel mundial. Inundada de hoteles, nosotros estuvimos en el Meliá Internacional Varadero que, con sus modernas infraestructuras y más de 900 plazas, es uno de los más solicitados.
Obviado el tema de las playas que invaden todo el pensamiento cuando se menciona este enclave, Varadero también tiene su historia, pues los aborígenes que allí vivían antes de la llegada de Cristóbal Colón dejaron sus improntas en las cuevas de Ambrosio y de los Musulmanes con sus, hasta hoy, indescifrables pictografías y cuyas piezas más notables se encuentran en el Museo de Varadero.
Pero llegábamos al final de nuestro viaje y era el momento de redactar nuestras conclusiones. Cuba, maravillosa siempre, ha hecho frente a sus problemas, bloqueos y dificultades con un extraordinario espíritu de resiliencia y mantiene su autenticidad brindando a sus visitantes su calor humano. Por ello hay que considerarla como el gran destino turístico del Caribe.
Este Congreso también ha servido a FEPET para dar la bienvenida a nuestra nueva presidenta, Karmen Garrido, recientemente elegida, y despedir al antiguo presidente, Mariano Palacín, al que hay que agradecer la organización de este Congreso con un resultado magnífico. ¡Destino Cuba!.
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