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Opinión:

Era y será una tierra bella

  • Por Geral Aci - Madrid

domingo 24 de noviembre de 2024, 02:57h

23NOV24 – MADRID.- En esa tierra el Hacedor puso hombres, mujeres, ancianos y niños; puso paisajes, ríos transparentes y campos perfumados por naranjas y paellas. Era una tierra hermosa, parecía que cada amanecer había sido creado por dicho Hacedor con tonos mágicos y diferentes; era tanta su belleza que hasta en los rincones más apartados del planeta se hablaba de ella.

Se comentaba que tal belleza era posible porque la gente que en ese lugar vivía era amable, honesta y, sobre todo, trabajadora. Este lugar tan señalado era como una fiel leona, siempre acompañada de sus cachorros y protegiéndolos en todo momento que se requiera; esta comparación la hacían porque este magnífico lugar también tenía cachorros, la gente decía que los pueblos que rodean este maravilloso lugar eran sus cachorros, siempre gozando de la solidaridad y el cariño de la urbe principal, nadie discutía con nadie.

Cada día, a media mañana, los agricultores salían con sus medios de transporte llenos de hortalizas, verduras, frutas y carne, un completo jolgorio, la felicidad cubría a todos y ellos pensaban que en el resto del país todas las personas eran iguales.

Lamentablemente, esta categórica existencia se quebró, la naturaleza decidió cobrar peaje.

En los lugares apartados de la ciudad, vivían ciudadanos que, en cierto modo, tenían un comportamiento parecido. Pero también había algunos y algunas que no veían lo hermoso de ser solidario y gentil u honrado y honesto y priorizaron su bienestar a costa del bienestar de otros. Este grupo numeroso, desgraciadamente, optó por hacer, de sus vidas, una fuente interminable de engaño y falsas promesas a pesar de que la gente no les odiaba, no tenían el rechazo de los demás, pero, aun así, eligieron el camino de la deslealtad. Se sabía que el trabajo duro y el sacrificio por lograr algún objetivo no eran precisamente uno de sus fuertes, sin embargo, fueron aceptados.

El tiempo se encargó de perpetuar dicha imagen. Muchos de estos prometedores salieron a la luz como personas corruptas, desleales, compradores de jueces con amistades traficantes con usurpación de dinero que pertenecía a todos, ya que evadían impuestos. Quizás el hecho de que la gente les haya aceptado es porque estos hombres y mujeres ofrecían hogar a quienes vivían en la calle, ofrecían trabajo a quien no lo tenía, un Centro de Salud a los que, por dificultades económicas, les era imposible acudir a las clínicas privadas y a los hombres y mujeres que dedicaron parte importante de su vida solo a trabajar les ofrecían una jubilación como la que ellos gozaban -y gozan- es decir lo que, por dignidad, respeto y ética, merecían estas personas.

La gente de la gran ciudad y de los pueblos aledaños disfrutaban de la vida, practicaban deportes, se visitaban unos con otros y, algo muy destacado, era que, a raíz de ser un modelo de sociedad, eran miles las personas de otros países, algunos bastante lejanos, que les visitaban, les llamaban turistas, les ofrecían alojamiento, buenas comidas, indicaciones de los lugares más dignos de ser visitados y siempre sonrisas y buenos modales. Y así, cada año, las visitas extranjeras aumentaban cada vez más.

Pero, como anuncié anteriormente, todo se quebró, se rompió. Ocurrió cuando menos se lo imaginaban, la estación del año que les visitaba no era de sol, árboles frutales, mariposas revoloteando y días enteros para disfrutar a la orilla del mar, pero nunca antes, por más fría que sea, había ocurrido lo que ocurrió.

Primero fueron días tristes, grises, nublados; algo había bajado la temperatura ambiental y se presentía algunas lluvias. Desgraciadamente, no fueron “algunas”, fue un diluvio, fue como si una mano traidora quisiera destruir aquel grandioso lugar, como si la naturaleza les enviara, de golpe, el agua que caería en los próximos diez años y la tragedia llegó. La brutalidad del agua hizo que los ríos se desbordaran, esta agua se apoderó de las calles, obstruyó alcantarillas, derrumbó casas, arrastró personas, mató animales, convirtió coches macizos y potentes en pequeños cochecitos de cartón, los contenedores de basura corrían por las calles a gran velocidad, se anegaron las viviendas que no cayeron, se fueron la electricidad, el agua y el gas.

Todo era confuso, los sobrevivientes se preguntaban por qué la autoridad correspondiente no avisó a los ciudadanos sobre lo que se avecinaba, no entendían el porqué de esa negligencia si actualmente el mundo cuenta con adelantos tecnológicos, con excelentes comunicaciones, con modernos medios de transporte y carreteras amplias, ¡cómo nadie les avisó con tiempo, algo de tiempo!, se hubiese podido ganar algunas horas para buscar lugares seguros donde escapar, centros poblados donde poder cobijarse, por ejemplo… si tan solo les hubieran avisado con algo de tiempo. Pero no ocurrió así.

Todo el país conoció la magnitud de la tragedia, los “medios de información” enviaron periodistas a “cubrir” la noticia, a muchos les dio la impresión de que lo que realmente esperaban estos grandes agentes del cuarto poder eran medallitas de agradecimiento y reconocimiento de sus caras al volver a su ciudad natal después de no haberse ensuciado absolutamente nada de barro por no hacer nada más que tergiversar la realidad frente a una cámara agarrando un micrófono con una mano y un fajo de billetes de la comisión por estar en la zona de riesgo en la otra… ¡qué grandes periodistas!. Todos los medios violaron esta catástrofe y lo usaron para conseguir más vistas, más seguidores, más oyentes, más adeptos. Ese era su verdadero objetivo, beneficio propio. Fue una carrera en donde lo importante no era pedir solidaridad, ayuda o medios de transporte para alejar a la gente de las zonas desbastadas.

Lo importante para los medios de comunicación no era informar, era llegar primero.

Fueron muchos los fallecidos, también muchos los desaparecidos, centenares de viviendas por el suelo, tierras agrícolas totalmente destruidas, cosechas perdidas; mobiliario, automóviles, miles de recuerdos que cada familia tenía dentro de su hogar, muebles, documentos, joyas y fotografías desaparecieron para siempre. El lodo originado por el agua al arrastrar la tierra cubría las puertas y ventanas de las pocas viviendas que se mantenían en pie. La naturaleza hizo desaparecer esos pueblos maravillosos de habitantes orgullosos, de históricas calles que alojaban turistas, de niños jugando a la pelota, de plazas anfitrionas que recibían todas las tardes a los jubilados que querían descansar con un poco de viento en el rostro, de parques por donde caminaban los enamorados, de fiestas patronales y casetas de feriantes. Todo se perdió dejando una huella de desolación, ruina y un silencio de muerte.

Los hombres que nunca trabajaron -y que no trabajan-, aquellos que prometieron ambulatorios, honestidad, respeto a la justicia y trabajo brillaron por su ausencia, los mismos hombres que al comienzo y muy avanzada la tragedia no se hicieron presente en los lugares en donde la naturaleza dejó ruina y dolor; no obstante, es justo mencionar a los que sí se hicieron presente: los cuerpos de bomberos, las asociaciones de voluntarios, los sobrevivientes que tenían fuerza para ayudar, gente de otras ciudades, niños con miradas esperanzadoras que consolaban llantos y quejidos teñidos de sangre, policías y toda una muchedumbre compuesta por honorables mujeres y hombres.

En unos asientos confortables, tapizados con brillante piel, en un elegante salón con calefacción y saboreando una taza grande de café con leche estaban reunidos los que nunca trabajaron, los que disfrutaban de un alto salario (probablemente insuficiente para su estilo de vida), de coche oficial, aparcado siempre en lugares seguros, vestidos siempre con trajes de marca, sin callos en las manos, bien perfumados y alimentados; ellos, tan trabajadores y preocupados como siempre, gritaban a los que tenían enfrente y gestionaban con los brazos pronunciando todo tipo de insultos y amenazas, se burlaban unos de otros, se culpaban de cualquier cosa, no podían prometer nada, así que solo se dedicaban a designar culpables para poder esconder sus propias responsabilidades causantes de tan asqueante manejo de gestión, la mayoría ni siquiera tenía idea de dónde estaban los pueblos desaparecidos y, en el momento en que estos sobrantes de la sociedad se insultaban y amenazaban, en la ciudad hermosa y en las decenas de pueblos castigados por la naturaleza, centenares de personas buscaban el cuerpo de su ser querido, desaparecido entre las violentas aguas, después de aproximadamente un mes, la búsqueda, lamentablemente, continúa para algunos. Muchos aún no tienen agua ni electricidad, pero, dentro de su dolor, ven con satisfacción que ciudadanos de otros pueblos, mujeres, niños y hombres de otras ciudades llegan diariamente con alimentos, medicinas, ropas, sonrisas, esperanza e ilusión.

Mientras esto sucede, en un lugar en donde se habla de democracia y honestidad, los de coche oficial se siguen insultando y gritando como bestias. Mientras en los pueblos destruidos se trata de volver a empezar, de no perder la fe, de soñar con el renacer del pueblo, la vuelta de los turistas, las casetas de las ferias y luchar con ellos mismos para llorar menos cada vez al recordar a sus seres queridos que jamás volverán a caminar por las hermosas calles junto a ellos, en la memoria de los heroicos sobrevivientes y voluntarios solidarios, quedará siempre grabada la palabra: Dana.

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