Pero hoy quería escribir sobre el periodista, escritor, traductor y libretista de célebres zarzuelas, Guillermo Fernández Shaw (Madrid, 1893-1965), cuyo sencillo monumento me asalta cada vez que doy la vuelta en automóvil, al bajar del restaurante El Horizontal, de El Pinarillo en la calle Concha Espina o de la residencia de las Carmelitas Vedruna, lugares que frecuento y que se encuentran en las lomas del monte Abantos. ¡Voy a escribir sobre este colega!, me digo al cruzarme con el perfil del escritor en un altorrelieve de bronce sobre una gran losa de piedra, muy cerca del Real Monasterio.
Lo bueno del periodismo es que, no solo informa al lector, sino al propio periodista que escribe un texto. Don Guillermo no nació en territorio escurialense, sino en la mismísima capital de España, si bien, con muy buen gusto, decidió tener una casa para respirar aire puro y descansar en el Real Sitio (y, como reza el dicho popular, lo hizo como el Marqués del Viso: “porque pudo y porque quiso”). En los lares escurialenses escribió y compuso buena parte de su obra literaria y musical, por lo que de alguna manera se impregnó del humus del lugar, en sus prolongadas estancias.
El monumento a Guillermo Fernández-Shaw, por tanto, se lo merece, aunque en este tipo de cosas las propuestas, sugerencias y puesta de cuartos de espada, hacen mucho en un sentido o en otro. Que se lo pregunten si no, a Víctor Gómez de la Serna, respecto al nombre de la calle para su madre Concha Espina, que no residió en el Real Sitio (pese a todo, está muy bien hecho, pues hizo un santuario de la escritora en su casa del Abantos), o al Dr. Don Florentino García González, que no logra una simple calle para el gran escritor José María Sánchez Silva, que sí residió en San Lorenzo y que fue premio Andersen, que viene a ser el Nobel de la Literatura Infantil. Cosas de políticos sectarios hasta la náusea.
Volvamos a Guillermo Fernández-Shaw, que es quien me ha inspirado escribir esta crónica, que trabajó como periodista en “La Época” y, como hombre de cultura, tradujo de Edmond Rostand, Schiller o Goethe. Pero recordar, sobre todo, que fue el gran libretista de famosas zarzuelas, que muchos todavía entonan en sus romanzas, no solo en España sino en países como Argentina y México. Buena parte de los libretos zarzueleros los escribió en colaboración con Romero Sarachaga y, otras, con su hermano Rafael. Ahí van los títulos más célebres:
La canción del olvido; Doña Francisquita; El caserío, La rosa del azafrán; Luisa Fernanda; La Chulapona; La Cibeles, La tabernera del Puerto, La Lola se va a los puertos (sobre un texto de los hermanos Manuel y Antonio Machado, para Ángel Barrios). La mayoría de ellas las compuso con el gracejo andaluz de su padre.
Actualmente tiene lugar en Madrid una buena selección de zarzuelas en el Teatro Pavón, bajo el título "Cállate corazón", una historia del género chico, llamado así porque dura una hora y no o o tres, como muchas óperas. Hasta el 15 de septiembre.