Desde aquí veo el “Hotel Pasadoiro” “Cafetería- Restaurante”, deseé dormir en él por su aspecto tan alpino y protegido, pero su abundantes alfombrillas me lo dificultan.
Hace años en su terraza exterior escribí unas de mis mejores páginas para una conferencia. El chalet de la “Cruz Roja”, con su pista para helicópteros, y por detrás la gigantesca “Guarrama” y “Guarramillas”, con la “Bola del Mundo”, en lo alto, con las antenas para la radio y la televisión. Allí bajé la pista de esquí enorme pero solo una o dos veces. Y el rascacielos de la OJE, forrado en madera para aislarlo en los duros inviernos y construido como tantas otras cosas en la Dictadura. Más hacia el fondo y en su descenso, el “Club Peñalara”, donde en su tiempo venía a descansar el abuelo Armando Orsolich con sus hijas Angelinina ( mi madre ) y Mercedes.
La hermana de mi madre se llamaba Mercedes Orsolich. Mi hermana, Mercedes, y ahora he descubierto a una tercera joven mujer de ojos negros y de largos cabellos que también se llama Mercedes; ¿será una casualidad?, ¿será el destino?.
El viento sopla en la terraza de la “Venta Arias”, vibra la techumbre y yo ante la vista profunda y mayestática siento cierta melancolía acordándome vagamente de las tres Mercedes.