Junto a “Simbad el marino”, tenemos también las novelas “Moby Dick” (1851), de Hermann Melville y “El viejo y el mar” (1951), de Ernest Hemingway, estas últimas con un siglo exacto de Diferencia, que hablan de grandes aventureros y luchadores de la vida en el mar, bellas metáforas del reto y empeño del hombre por sobrevivir.
Siete fueron los viajes de Simbad, y siete también los naufragios que padeció. Y así, bajo el reinado del califa Harún al-Raschid, Simbad el Marino, el explorador, el aventurero de Bagdad, se ha convertido en el arquetipo de todas las novelas de aventuras posteriores y en el Ulises de Oriente.
A partir de los antiguos manuscritos, Khawam nos descubre al verdadero Simbad,: uno infinitamente más cercano, aunque la aventura, con su cortejo de monstruos y magos, de mundo real e imaginario, sigue acudiendo a la cita. Son los tiempos en que los marinos árabes se lanzan al descubrimiento de las desconocidas tierras del océano Índico, llegan a Madagascar y penetran en el mar de la China. De regreso al hogar, el deseo más acuciante es ir a las tabernas a contar sus andanzas… El eterno deseo de contar lo que sucede o imaginamos.
“El lector se convierte en asombrado espectador de lo mágico, exótico y desconocido. Por todo ello, Simbad es, por méritos propios, un personaje que forma parte de la memoria colectiva y de la literatura universal”.
Pérez-Reverte, amante de los libros de aventuras dice en el prólogo: ... “tan larga y azarosa vida de papiros, rollos, pergaminos y manuscritos desde los jeroglíficos egipcios al Califato árabe, pasando por las muchas variantes volcadas a diversas lenguas hasta llegar, ahora, a las afortunadas manos de quien se disponga a disfrutar de este relato ...”
Sinopsis.- Simbad es un muchacho. Un porteador, humilde chico de recados más que mercader. Un día, mientras azota el calor sobre Bagdad, para en los muros de una casa implorando a Alá que se apiade de su mala suerte y pobreza. Alguien en el interior de la casa escucha sus lamentos y le hace pasar ante el anfitrión, sentándose Simbad como uno más de los que allí estaban comiendo como invitados.
El anfitrión se hace llamar como el chico, Simbad. Y se apoda El marino. Mientras todos disfrutan del placer de las viandas, este les narrará sus siete magníficos viajes alrededor de los mares del sur.
Entre Arabia y el gran reino de China. Viajes en los que cada historia será aún más inaudita que la anterior, rizando el rizo de los peligros y las recompensas adquiridas. Nada remotamente parecido habrá escuchado nadie. Y mucho menos Simbad El mozo de cuerda, que será, por supuesto, el elegido por el destino divino para continuar las aventuras de su anfitrión.