Su cuerpo celestial cubierto de espinas,
sin soles, mientras ruge en su interior
un auxilio desgarrador.
Acallada y en las sombras
su tráquea es comprimida
por manos grandes y tortuosas,
donde vivir es un lento morir.
Alma que al despertar dolida ve
tras las cortinas una luciérnaga,
aleteando para ser recibida.
Su luz es guía para
alumbrar el sendero de su huida.
Viene la imagen de los anuncios,
de la sangre que derraman
las mujeres maltratadas.
Mujeres que lloran en silencio.
Mujeres que ya no están.
La justicia vuela como un perfume,
por los aires se desvanece.
Hoy mis versos se hacen
canto y se alza en un:
¡Ni una menos!