Cuatro actores, dos hombres y dos mujeres sin nombre, Pablo Gómez Pardo, Jesús Torres, Irene Serrano y Viveka Rytzner, dan vida con viveza a los personajes que dejan aflorar sus sentimientos, deseos, temores y miedos, al tiempo que guardan sus secretos.
El montaje es una gran caja de madera que se abre para mostrar al espectador los interiores de dos casas, dos parejas y sus relaciones íntimas, sus vidas afectivas, a ratos anodinas. Son vecinos de un inmueble y tienen la misma vista exterior.
Un encuentro forzado en un bar por un vecino sobre otro, un inmigrante sin papeles, provoca una situación de cierto dominio y extorsión sobre el migrante, buscando compañía, mientras en casa se enrarece su situación con su esposa.
El secreto del emigrante sobre esta relación anómala trasciende a su mujer y paulatinamente todo se pone de manifiesto, rompiendo equilibrios.
Los actores esperan a los espectadores en el escenario y se despiden sin decir nada o anunciar el momento final, algo que crea una situación ligeramente embarazosa con los espectadores que no saben si esperar, aplaudir, quedarse o qué.
Animales nocturnos, una obra misteriosa y poética, literaria, poco real y posible al mismo tiempo. La rareza de estos “animales nocturnos” les lleva a intereses o costumbres poco habituales. El recelo y el miedo les puede, lo anómalo les desconcierta… Son seres que siguen su hilo y discurso mental, sin practicar la empatía con el otro, casi vidas paralelas que chocan en confluencias forzadas por la vida. La soledad es el humus de todos ellos.
Mayorga escribió este texto para hablar de la ley de extranjería hace más de doce años. El extranjero, el otro, provoca curiosidad y lleva en la obra a una situación de perplejidad y a un aceptación de situaciones insólitas.