21ABR25 – MADRID.-A lo largo de mi vida he tenido ocasión de conocer o por lo menos de ver en las fotos de prensa, de escuchar por la radio o finalmente de ver por la televisión, a siete pontífices de Roma; desde Pio XII, el doctor angélico, hasta el papa Francisco, de carácter sencillo y cercano a los fieles, que eligió la sencillez y la mansedumbre de Fancisco de Asís, para elegir su nombre.
Francisco, de origen argentino y formación jesuítica me cae especialmente cercano, quizá por mi formación jesuítica; soy licenciado en derecho y sobre todo en ICADE, y he pasado buena parte de mi juventud rodeado de Jesuitas, en Areneros, en la calle Alberto Aguilera de Madrid.
Siento profundamente la muerte de Francisco, lo siento de una forma especial, tras la bendición de ayer, domingo de resurrección desde la balconada de San Pedro. Me ha sorprendido y dolido profundamente, había superado la infección en sus dos pulmones, ahora ha volado a la casa del Padre, de nuestro Padre que está en los cielos.
Guardemos silencio y roguemos porque ahora pida por todos nosotros, ahora que su poder sobre las almas y sobre los cuerpos de todos nosotros será mucho más fuerte aún.