Tu web no es un adorno: es tu carta de presentación. Y si no se entiende bien en todos los idiomas en los que vendes, el mensaje que lanzas es: "Aquí no nos preocupamos por los detalles". Por eso, traducir páginas web con profesionales humanos es un algo esencial si te tomas tu negocio en serio.
Todos juzgamos en segundos. Cuando alguien llega a tu web desde otro país, las primeras frases que lea decidirán si se queda o se va. Si se topa con un texto raro, sin sentido o con frases demasiado literales, el efecto es inmediato: desconfianza.
Cosas que dan mala espina (aunque no lo digamos en voz alta)
Frases tipo "Solicita ya tu producto de mejor calidad" que suenan forzadas.
Palabras fuera de contexto que confunden más que aclaran.
Menús que parecen hechos con un diccionario de bolsillo.
Y en el mundo online, una mala impresión significa una oportunidad perdida. Sin segundas oportunidades.
Un buen traductor de páginas web no trabaja como una máquina que cambia palabras. Piensa en tu público, en lo que quieres transmitir, en el tono de tu marca... y lo adapta al idioma con naturalidad. Porque lo que aquí suena directo, allí puede sonar frío. Y lo que en España se entiende como un guiño simpático, en otro país puede parecer poco profesional.
Ese "¡Compra ahora!" que funciona tan bien en español, si lo pasas tal cual a otro idioma, puede acabar siendo un "Buy now!" robótico que echa para atrás. El traductor profesional piensa: ¿cómo lo diría alguien nativo? ¿Qué palabra conecta de verdad con esa persona?
Traducir mal también afecta al posicionamiento. Los traductores automáticos no saben lo que es una keyword ni cómo se comportan los buscadores en otro idioma. Pero un traductor profesional que hace traducción de páginas web sí. Busca los términos que la gente realmente usa, adapta los títulos, las metadescripciones… Todo para que tu web también funcione fuera.
"Seguro de coche" en inglés no es "car security". Es "car insurance". Si fallas en esa, no te encuentra ni el buscador más listo del mundo.
Una palabra mal puesta y el cliente se va
No hace falta una catástrofe para que pierdas una venta. A veces basta una frase mal expresada, un matiz raro, una duda en un texto. En tiendas online, eso se traduce en carritos abandonados. En páginas corporativas, en formularios sin rellenar.
Condiciones legales.
Políticas de envío y devoluciones.
Textos técnicos o médicos con terminología precisa.
Ahí, un simple error puede tener consecuencias legales bastante graves.
Un buen traductor también adapta detalles que hacen que el visitante se sienta en casa: los formatos de fecha, las expresiones típicas, las referencias culturales, los chistes que funcionan y los que no… hasta las imágenes. Porque lo que aquí es cotidiano, allí puede sonar raro.
Cuando alguien entra en tu web y siente que está bien escrita, clara y profesional, confía. Y cuando confía, compra, se interesa, se queda. Así que no, traducir tu web no es un trámite. Es cuidar tu mensaje, tu marca y tu relación con quien está al otro lado. Es hacer las cosas bien. Y eso, se nota.
(CN-04)