01MAR25 - MADRID.- Erich Fromm vuelve a ponerse de moda o en realidad nunca estuvo olvidado. Más de la mitad de mis amigos jóvenes están deprimidos o dados de baja por problemas emocionales. El dictador que nos obligaba con su corsé ortopédico a permanecer firmes murió, se desvaneció, y vino “la transición” que es sinónimo “del tránsito”.
Se quebraba el corsé ortopédico, ya somos libres. ¡ Pero cuidado, la libertad tiene sus riesgos ocultos e inconscientes que no existían en la dictadura; somos libres para pensar lo que queramos, para decir qué hacer según esté nuestro estado de ánimo, nuestros sentimientos; la verdad como tal ha desaparecido, es el reino del relativismo como decía “Benedicto XVI”.! Los pobres seres humanos tenemos pocas cosas a las que agarrarnos, ya podemos volver a casa a la hora que queramos y no a las nueve y media de la noche como antes.
Abundan el alcohol, las drogas, los estupefacientes y los ansiolíticos. El pecado no existe y el infierno tampoco. Habitamos el reino posterior a ese tránsito; la muerte también es un tránsito, un viaje a un planeta desconocido. Pero la transición trajo esto, la democracia, y el sicoanalista y pensador Erich Fromm nos advertía lo que ocurría en su libro “El miedo a la libertad”.
Porque la libertad en el fondo puede acarrearnos muchos problemas, ya que en realidad la sociedad de consumo, el estado del bienestar y el voto democrático puede servirnos de mucho, pero no impedir por ejemplo que un día muramos. Y como decía Albert Camus, ese gran escritor, “los hombres mueren y no son felices”
La mitad de mis amigos han muerto, sí, y los que no han muerto han perdido la cabeza y no por el Alzheimer, sino en parte porque se han desvanecido las verdades.
Las religiones han retrocedido en masa, y ya Ortega y Gasset hablaba en “Ideas y creencias”, que para ser feliz son más importantes las creencias que las ideas por brillantes que éstas sean.
A las creencias nos agarramos, nos adherimos, son las tablas de salvación en un océano proceloso, sometido a vendavales y tsunamis, y ya sabemos solo Cristo caminó sobre las aguas. Hay que agarrarse pues a las creencias queridos amigos, sobre todo al final de la vida, cuando las ideas valen de muy poco.
Nos hemos precipitado en la libertad quizá demasiado deprisa, sin salvavidas en ese hundimiento de ese “Titanic” que fue la larga agonía del dictador de “El Pardo”.
Desearía encontrar una explicación, un remedio a tanto sufrimiento, pues yo creía también que la libertad era sinónimo de felicidad, y ahora compruebo desolado que se ha desatado una peste, una epidemia de depresiones, y que el consumo desesperado de ansiolíticos, somníferos y barbitúricos en España se ha disparado exponencialmente. ¿ No tendría razón el viejo Erich Fromm de que aún no estábamos debidamente preparados?.
Ahora la gente busca la verdad y no sabe dónde, pero quieren el piso en el acto, el automóvil en el acto, la novia o el novio, la pareja en el acto, y claro a veces esto no se consigue, el dinero abundante tampoco, y entonces llega la frustración, o se pasa uno de rosca o de cuerda, y llega la depresión, el precio de una libertad mal entendida, mal interpretada, mal asimilada.
¡Menudo problema!.