28ENE25 – MADRID.- Estoy en nueva York, he venido con mi hermana Mercedes a pasar unos días; desde la ventanilla del avión he visto las Torres Gemelas y a lo lejos la isla de Manhattan, pero aún hemos tardado en aterrizar cerca de media hora.
Una vez hospedado en la pensión que da a la “calle 42”, he levantado la media ventana por sus rieles laterales y contemplando la calle, no sé por qué, me ha recordado el filme “West Side Story” con las escaleras laterales externas pegadas al muro.
Mi hermana es la mejor compañera del mundo, habla poco pero me hace una gran compañía, coincidimos en todo, es un regalo viajar con ella. Porque viajar es como la vida, hay que hacerla solo o bien acompañado, la pena es que que mi hermana va a morir muy joven y yo voy a permanecer así, frente al ordenador, hecho una cochambre.
Nos acompañan en la “Gran Manzana” Chucho y Amparito, amigos de nuestros padres; y también pronto nos reuniremos con Emmita - la hija de Emmie Villaverde -, una joven hispano cubana afincada provisionalmente aquí, aunque a decir verdad ella vive en Miami.
Por la noche me entra la euforia – cosa frecuente en mí -, y pido en el bar de la calle champagne. “¡Qué locura - exclama Chucho - qué dispendio!”. Pero bebemos todos champagne, yo soy así, me arde el dinero en las manos, lo regalo a mansalva o me lo fundo en viajes y celebraciones.
Ya es por la mañana y después del desayuno – huevos fritos con beicon, café (muy aguado) y zumo de naranja -, torcemos la esquina y nos encontramos con una manifestación descomunal o lo que sea. Desfilan uniformados, ellos con uniformes y banderolas, ellas con penachos y plumeros. Al alcalde de esta urbe tan famosa, sobre todo por el cine, le llaman “La gallina”, vete a saber por qué.
No estamos mucho tiempo. Vemos cantar a Julio Iglesias en el “Radio City Music Hall” de vestíbulo inmenso (aquí todo suele ser inmenso), se pierde la mirada de uno al otro lado. Yo estoy sentado en el patio de butacas entre mi hermana y Mila Santana, la esposa del famoso tenista.
Al terminar, entramos en el camerino del teatro a ver a Julio que está apretujado entre los presidentes de la NBC, de la RCA, de la Paramount y de la Coca Cola, pero tiene aún fuerza para guiñarme un ojo y decirme: “Germáncho, ¿de dónde has sacado esta maravilla?”, refiriéndose a Emmita.
Al día siguiente mi hermana Mercedes está medio zumbada, pues ha caído sobre ella, como sobre Peter Pan, el polvo de estrellas de Campanilla de Disney; ese polvo dorado del fuego inefable de la fama sin nombre, la fama de Julio Iglesias, el cantante y compañero mío.
Lástima que no seamos todos como Peter Pan, que nunca crecía ni se hacía mayor.
( continuará)