24ENE25 – MADRID.- Estoy convencido que el conocimiento de Dios se relaciona mucho con la música. Los seres humanos nos comunicamos a través de las palabras, pero allá en el otro mundo nos comunicaremos sobre todo a través de la música. El rey de Inglaterra navegaba por el Támesis seguido por otra barca majestuosa en la que la orquesta dirigida por Händel interpretaba su “música acuática”.
Yo he sentido siempre pero sobre todo ahora mucho más que ya soy viejo, un amor especial por el llamado espíritu Santo, que siempre me ha salvado de los peligros y amenazas en esta vida, y en el que confío me llevará hasta ese otro mundo de forma poco dolorosa, pues yo soy un ser fantasioso e imaginativo, pero débil y frágil.
Pues bien, el espíritu Santo representado en forma de paloma, se manifiesta musicalmente sobre todo en las músicas de Debussy y de M. Ravel. Son también músicas acuáticas y ondulantes que muestran toda la majestad, la sensualidad, la delicadeza y además la fuerza, de esa persona de la santísima trinidad. Si existen músicas humanas que mejor manifiestan lo que ese ser sin palabras son, repito, Ravel y sobre todo Debussy. Me gustaría afianzarme en esta idea porque los escritores más que argumentistas somos capaces de describir lo invisible, aquello que no ven los demás seres, porque el escritor ve más allá de ese muro de la cotidianeidad, una especie de Harry Potter poseedor de rayos equis; claro que también los tenía Superman, pero eso ya es otra historia.