Boletín Cultural

Entrevista a Leonardo Padura

Por Susana Ávila

Jueves 05 de diciembre de 2024
04DIC24 – MADRID.- Este año, el escritor cubano Leonardo Padura, Premio Princesa de Asturias 2015, ha publicado su libro Ir a La Habana en Tusquets Editores y yo, en el curso de XXV Congreso Internacional de Turismo, he ido a la Habana. Tal coincidencia requería una conversación. En las fechas en que yo fui a la Habana, él estaba en España y cuando volví a casa, él ya se había ido a la suya, pero las modernas tecnologías no entienden de desencuentros.

Hoy por hoy, Leonardo Padura es el escritor cubano vivo más famoso en el mundo, podría vivir en cualquier parte, pero solo en Mantilla un barrio periférico en la zona sur de la Habana tiene su torre de marfil, donde se encuentra consigo mismo, donde consigue la inspiración necesaria para escribir.

S.A. Usted vive en carne propia, aquello de no ser profeta en su tierra, pero hoy es el mejor embajador de su país.

L.P. Yo trato de ser lo más honesto posible, el resultado está en los libros y las calificaciones dependen de ustedes no de mí.

S.A. Sabe mantenerse en el difícil equilibrio de ser crítico con la dictadura castrista, pero sin llegar a sufrir un exilio que le aleje de la tierra de sus amores, ¿cómo se hace eso?

L.P. Pues nada, yo trato, como te dije, de ser honesto y asumo el riesgo de ser invisible en Cuba, donde mis libros se publican poco y mal. Ayer estuve hablando con una editorial que hace cinco años está por editar mi tercera novela, en sentido inverso, y no ha salido ninguna de las tres. Me entrevistan muy poco, apenas salgo en los periódicos. A veces hago cosas que debieran ser importantes para la cultura del país y no se les da ninguna difusión, pero sigo haciendo el trabajo porque creo que es importante y tengo ese sentido cívico, una responsabilidad de dar a conocer, lo más estéticamente realizado, una realidad que de otra manera no se contaba o no se conocía. La verdad es muy relativa y puede haber muchas verdades sobre Cuba, yo tengo una y lo que nunca se va a encontrar en mis textos son mentiras sobre la realidad cubana.

S.A. El pueblo cubano tiene unas carencias básicas, pero se le ve alegre, vive la música ¿De dónde saca la fuerza?

L.P. Creo que la gente tiene un gran sentido de la resignación, porque viviendo con muchas carencias y muy pocas esperanzas de que las cosas mejoren en un plazo breve, tratan de encontrar un sentido a la vida. Eso no es exclusivo de los cubanos, pasa en muchas partes del mundo donde la gente intentando encontrar la luz se expresa de la mejor manera posible. Es una cuestión de caracteres que tiene que ver con una formación cultural muy específica, de un territorio, como es el Caribe, donde los cruces étnicos, las mezclas multiculturales, las confluencias históricas han sido profundas y han dado como resultado esta expresión tan propia del pueblo cubano. En un país en el Trópico, con calor, con las puertas abiertas, la música no solo se escucha para oír música, sino para que los demás sepan que estamos escuchando música, incluso bailan porque de esa manera se enajenan de las partes más dolorosas de la vida cotidiana, de la falta de dinero, de la falta de recursos, de las dificultades. Pero también hay expresiones de mucho resentimiento, a veces ira, que se expresa de una forma violenta que no es propia de su cultura, pero que es una reacción humana inevitable.

S.A. El premio Café Gijón que le dan en enero de 1996 es un revulsivo en su vida, tras haber dejado el trabajo como jefe de redacción de la Gaceta de Cuba en diciembre anterior. El importe del premio era una fortuna y mucho más en Cuba. ¿Puede señalar esa fecha como la de su libertad?

L.P. Fue una fecha importante, lo que ocurre es que el anuncio del premio me llegó el día 13 de enero y el día 1 yo había comenzado mi vida como escritor independiente. Fui el primer escritor independiente cubano en el momento en el que fue posible la existencia de artistas independientes en Cuba. Antes, los artistas, como los periodistas o profesores, estaban vinculados a un centro de trabajo o institución y en ese momento fue posible esta categoría. Después vino el túnel para poder trascender a esa independencia hasta que me llamó Beatriz Moura, directora de Tusquets, porque querían publicar mi novela y a partir de ahí empieza una relación con la editorial que se mantiene hasta hoy. Eso significa que yo escribo y mis libros salen de mi ordenador para ir directamente al de mi editor en Barcelona, sin pasar por ningún filtro cubano que lo pueda implicar en algún tipo de censura, y esa es la manera en la que yo he podido practicar esa independencia creativa y que ha sido tan importante para mí.

S.A. Luego viene el libro que le catapultó a la fama El hombre que amaba a los perros ¿Cómo se le ocurrió centrar una historia con el personaje de Trotski?

L.P. Esa novela salió en 2009 y ahora, quince años después, Tusquet ha publicado una edición conmemorativa. Era una historia que me venía persiguiendo hacía mucho tiempo sin yo saberlo, porque toda la información sobre su defenestración, exilio y asesinato era algo que no se tenía aquí en Cuba. En 1989 fui por primera vez a México y le pedí a un amigo que me llevara a la casa de Trotski en Coyoacán, donde fue asesinado y aquello fue una semilla que había caído y empezó a germinar. Con los años conseguí más información sobre lo que había ocurrido en la Unión Soviética de Stalin, y fui siguiendo también la figura de Ramón Mercader, porque es muy difícil explicar el asesinato de Trotsky sin entender quien fue Mercader. Fui reuniendo informaciones muy diversas y me metí en la novela que me llevó cinco años de trabajo, dos leyendo y tres escribiendo al tiempo que seguía leyendo.

S.A. Hablando de personajes, su héroe –o debería decir antihéroe– Mario Conde, que nos ha hecho disfrutar de las intrigas policíacas y corruptelas de los funcionarios, muestra una Habana muy peculiar que pasa de refilón por el tema político, cuando hasta ese momento la novela policíaca cubana era una reafirmación del régimen. ¿Cómo se le ocurrió ponerle ese nombre? En España tuvimos un Mario Conde que nos dio algunos disgustos.

L.P. Cuando yo escribo la novela con este personaje en el año 1990 no me preocupé de la similitud con el nombre de un personaje conocido en España. En la época de la universidad, yo había empezado a escribir una historia con un personaje que se llamaba Mario Lamar y rescaté este nombre para mi nueva novela, pero me di cuenta que ese apellido al terminar en ar me iba a dar muchos problemas al provocar cacofonía con palabras usuales y busqué un apellido que funcionase como un apodo. En la esquina de mi calle vivía un pariente de la familia que todo el mundo llamaba Manolo, el Conde, y decidí usar esta combinación para nombrar al protagonista de la novela. Después, cuando salió el libro Máscaras en España, que fue el que ganó el Premio Café Gijón, tuve que explicar por qué le había puesto este nombre. Afortunadamente creo que ahora se ha establecido en el imaginario de los lectores, y ya lo identifican con mi personaje que tiene, entre otras virtudes, la de ser una persona decente.

S.A. ¿Qué fue más importante, el Premio Café Gijón en aquel momento tan decisivo, o el más prestigioso Princesa de Asturias que le concedieron en 2015?

L.P. Cada premio en su momento fue importante, aunque son dos premios diferentes. Yo envío mi novela al Café Gijón en el año 1995 con muy pocas esperanzas de que pasara algo pero intentando cruzar esa puerta, porque cuando uno participa en un concurso es para ganar no para perder, y ganarlo fue importante no solo por el aporte económico sino porque sirvió de puente para llegar a la editorial española donde publico desde entonces. El premio Princesa de Asturias es completamente diferente. Es un premio honorífico a una trayectoria, al cual uno no aspira, sino que le es concedido porque algunas personas e instituciones consideran que uno merece ese premio y para mí ha sido un gran reconocimiento haberlo obtenido, sobre todo por la lista de autores que adornan la historia de su palmarés. Esto me dio más visibilidad en España por lo que estoy muy agradecido.

S.A. Ahora hemos estado en un Congreso de Turismo y podido comprobar cómo han mejorado las infraestructuras turísticas, inversiones extranjeras sin duda, pero ¿cree que eso va a ayudar al pueblo cubano, al pueblo base cubano?

L.P. Mira, no lo sé. Se supone que sí, que en una economía centralizada que regenta el Estado debe tener una repercusión en todo el ámbito social del país. Lo que ocurre es que mucha gente en Cuba se pregunta cómo hay inversiones importantes en el turismo como la construcción de grandes hoteles, y hay otros sectores también importantes de las infraestructuras que no hayan recibido semejantes inversiones, por ejemplo el caso de la generación eléctrica que causa muchos problemas de apagones, pero también en otros aspectos como la recogida de basuras en las ciudades, el propio estado de las carreteras, la iluminación de las calles, incluso en los hospitales. La pregunta es si ese dinero que va a producir el turismo se va a invertir en estas necesidades tan primarias que tiene hoy la sociedad cubana o se reinvertirá en más hoteles.
Tenemos un país con un potencial turístico enorme. En todo el Caribe hay pocos países con tantas playas con la calidad como las que tienen en Cuba.
Hay un importante sector turístico que tiene mucho que ver con los destinos de sol y playa, pero las ciudades presentan otros atractivos como La Habana, Matanzas, Camagüey, Santiago de Cuba, o la misma Trinidad, que es un museo, y son importantes para el aumento del turismo.
Hay cuestiones de carácter económico e incluso de carácter político que están afectando a ese turismo. El hecho de que una persona que viene a Cuba si después va a viajar a Estados Unidos no puede aplicar la visa electrónica, necesita un visado especial, un proceso burocrático bastante agónico y eso evita que gente de muchos países del mundo no venga a Cuba como turista.

Esperemos que ese producto del turismo, revierta para mejorar la situación social de los cubanos en un lugar del que ya dijo Cristóbal Colón: «Esta es la tierra más hermosa que ojos humanos hayan visto jamás»