Opinión

Las crisis de ansiedad

Opinión: “Mi Pequeño Manhattan”

Para mis amigos Joaquín Emilio, y Enrique Otero Mestre.

Germán Ubillos Orsolich | Sábado 23 de noviembre de 2024

23NOV24 – MADRID.- No soy médico, ni sicólogo, ni siquiatra, ni cura, ni mago; soy sencillamente un ciudadano que ha sufrido crisis ansiedad y que ha reflexionado un poco en relación con ellas.



Las crisis de ansiedad son unos de los momentos más difíciles de la vida humana; ocurren en estados depresivos, tras haber presenciado hechos terribles, catástrofes o muertes repentinas; pero también – y son las más difíciles – después de no haber pasado absolutamente nada, esto es en la mayor tranquilidad.

Recuerdo un filme, “Corredor sin retorno “, en el que un sanitario acude a un siquiátrico de visita y termina no pudiendo salir de él, pues en la realidad le tratan ya como a un loco más.

Las crisis de ansiedad que aparecen cuando nada malo ha ocurrido, son las más desconcertantes e inquietantes.

La persona se empieza sentir mal, muy mal; sus músculos de manos, brazos y piernas se tensan y comprimen hasta hacerle sentir dolor; el paciente grita de dolor, su gritos se pueden oír desde la calle, pero nadie descubre nada físicamente en él, ninguna analítica, ninguna radiografía.

La crisis de ansiedad aparece cundo el paciente se da cuenta de que tiene un problema grave que no lo puede resolver de manera inmediata.

Problemas sin solución aparente y que van cercando al paciente amenazando aparentemente incluso su vida; una especie de estrangulamiento.

Los pacientes inmovilizados en cama por una rotura por ejemplo vertebral pueden sentirlo. ¿ Pero aquellos jóvenes, ricos y famosos, como yo lo era en mi juventud, por qué eran atacados por depresiones endógenas con matiz de ansiedad si todo les iba tan bien?. ¿Es que quizá su problema sería que no tenían problemas?

En épocas de guerras y revoluciones no hay de- presiones, y apenas tampoco en tercer mundo. Quizá sean fruto de la opulencia.

Pero en realidad no todo iba tan bien. No habían madurado.

Esas crisis de juventud pueden superarse y desaparecer. ¡Pero atención, la vida te da treguas, “solo treguas”, y antes o después te encontrarás en otros atolladeros!.

Ahora, en mi vejez, se me presenta el tema de la muerte, “¡y yo no me quiero morir ¡“. La madre Teresa de Calcuta dice que quien teme morir es porque no cree en la otra vida, la vida eterna. Caminamos a la casa del Padre.

Pues bien, por supuesto que todos vamos a morir; ¿ y cómo resolver el problema de no querer morir?.

El dinero no da la felicidad, pero ayuda, claro.

El tema de la muerte siempre me ha obsesionado, lo descubrí una tarde de verano tumbado sobre la yerba mirando a lo alto en el bosque de la Herrería en San Lorenzo del Escorial.

Pues bien, el ser humano tiene el deber de luchar e intentar salir también de esa angostura estrecha, angustiosa situación.

Jesús, el Hijo de Dios, gritó agonizante en la tortura de la cruz al Padre: ¿ Por qué me has abandonado?.

Sí, es muy terrible morir aunque seas el Hijo de Dios y tú lo sepas, sobre todo si te están torturando y el Padre guarda silencio. Aquí cuentan también los campos de exterminio nazis como Auschwitz o Bergen-Belsen.

Bien se pueden tomar tranquilizantes, ansiolíticos, antidepresivos, Megasedan, Lexatín, Gabapentina etc; se puede intentar hacer ejercicio. El deber del paciente con crisis de ansiedad no es solo aguantar - como Cristo en la Cruz (aunque pudo evitarlo, que fue la tentación de Satanás, el Mal )-, sino buscar la luz, la salida del oscuro callejón.

Y bien, esto es cuanto puedo contar.

Hay quien opina que no es un problema siquiátrico sino existencial; del hecho de vivir, de existir, ni más ni menos; que los tienen y han tenido los reyes más poderosos, los faraones. Sí, en esto pueden haber sido semejantes al más miserable de los humanos, al mendigo más tirado, al leproso más llagado.