Sociedad

El amor a la hora de la siesta

Fotograma del film L’Amour l’Après-Midi dirigido por Éric Rohmer

“La Cueva del Lobo”

Ignacio Vasallo | Martes 19 de noviembre de 2024
19NOV24 – MADRID.- En 1972 Éric Rohmer dirigió L’Amour l’Après-Midi. Cuenta la historia de Frédéric, un hombre casado y satisfecho con su vida que acepta que Chloé, una antigua conocida, entre en su rutina diaria. Aunque su matrimonio es sólido, Frédéric se excita cuando está con Chloé. La ayuda a conseguir un trabajo y ella intenta seducirlo. Es una historia sencilla que Rohmer maneja con sutileza. Frédéric se debate entre la seguridad de su hogar y la atracción por lo desconocido.

En 2014, Víctor Levin exploró un tema similar en Amantes de 5 a 7. En este caso, el protagonista es un joven escritor que inicia una relación con la esposa de un diplomático francés en Nueva York. Arielle, sofisticada y segura de sí misma, le impone un horario claro: solo pueden verse entre las 5 y las 7 de la tarde, el tiempo que ha reservado para sus escapadas extramaritales. La relación mezcla el deseo de libertad y la nostalgia de la comodidad.

Ambas historias responden a un patrón casi universal. En algún momento, muchos hombres sienten la necesidad de reafirmarse. No importa si tienen un matrimonio estable, hijos o una vida profesional satisfactoria. La duda sobre su virilidad o su atractivo les lleva a buscar una señal externa que lo confirme. Una comida clandestina se convierte en la prueba de que aún pueden seducir y ser deseados. La nouvelle vague francesa, a la que pertenece Rohmer, nos enseñó que el mediodía es la hora de la infidelidad. Mientras los matrimonios reservan las cenas para la familia o las reuniones sociales, los amantes buscan su tiempo entre almuerzos y siestas

El momento clave suele ser el de la comida. Es un momento que no despierta sospechas. A mediodía, la vida parece pausada y es más fácil justificar una ausencia. En el cine, la literatura y la vida real, las historias suelen empezar así: una comida que se alarga en una sobremesa íntima. Silenciar el móvil es casi obligatorio. Nada, ni nadie, puede disturbar ese momento de intimidad que se intenta crear, aunque fuera esté diluviando.

El lugar tiene importancia. No vale cualquier restaurante. Se busca uno de buen nivel, pero no el mejor de la ciudad, que disponga de reservados si es posible. Al entrar, a la vista de todos, hay que dejar claro que no hay nada que ocultar, pero una vez dentro del reservado no hay nada que enseñar. Todo tiene que parecer casual, aunque detrás haya una planificación cuidadosa. Hay que escoger con cuidado lo que comen y beben, porque todo queda reflejado en la factura, que puede ser utilizada como alibi si las circunstancias lo exigen o como prueba acusatoria si cae en manos poco amistosas.

En las historias que nos cuentan, el inicio de estas relaciones suele ser prometedor. El misterio y la emoción llenan los encuentros de una intensidad que a veces falta en la rutina diaria. Pero el problema llega después. Es difícil mantener el equilibrio entre dos vidas. En L’Amour l’Après-Midi, Frédéric se da cuenta de que la seguridad de su matrimonio es más valiosa que la pasión momentánea con Chloé.

En Amantes de 5 a 7, el joven escritor se enfrenta a otra realidad. Para Arielle, la relación es un juego con reglas claras. Él, en cambio, se enamora. Quiere más de lo que ella está dispuesta a dar, algo común en historias de infidelidad. Lo que empieza como la necesidad de una afirmación personal termina sacando a la luz las limitaciones e inseguridades de los personajes.

Las historias de amor clandestino al mediodía tienen algo en común: empiezan bien y terminan mal. Los protagonistas creen que controlan la situación, pero pronto descubren que las emociones son más complejas de lo que esperaban o que cualquier imprevisto puede desbaratar todos los planes. Y entonces comienza el carrusel de mentiras. Cuando le preguntaron al primer ministro británico Harold MacMillan cual era el mayor reto al que se podía enfrentar un político contestó: los eventos, querido amigo, los eventos.

El primer conde de Stockon tenía dotes proféticas. Su ministro de defensa John Profumo, felizmente casado, tuvo un affaire con una corista: Christine Keeler que también atendía en la cama a un espía soviético. Cuando tuvo que dar explicaciones en el Parlamento mintió. Su mentira fue descubierta y tuvo que dimitir . Al poco fue el primer ministro el que siguió su camino.

Y es que cuando un político se enfrenta a un evento importante y negativo– los eventos son por definición inesperados-lo peor que puede hacer es mentir, porque al final tiene que dimitir o le cesan a causa de las mentiras y no por su actuación frente al evento.