22OCT24 – MADRID.- EL 26 de septiembre del año 2022 dos explosiones revientan Nord Stream 1 y Nord Stream 2, los gaseoductos submarinos que transportan gas de Rusia a Alemania a través del Báltico. Los saboteadores no dejan huellas, ni reivindican el atentado. El 1 llevaba varios años en funcionamiento; el 2 no había sido inaugurado.
La explosión es una de las extensiones de la guerra de Ucrania y supone la ruptura de la relación perversa entre Vladimir Putin y los grandes países europeos. Durante 20 años el presidente ruso ha movido sus peones con paciencia para conseguir que estos dependieran de su gas, utilizando la ceguera o la codicia de sus interlocutores. Nord Stream es el personaje central de una trampa diabólica en la que participan antiguos espías del KGB o de la Stasi, dirigentes políticos embriagados y personalidades de primer nivel como Gerhard Schröder, François Fillon o Angela Merkel.
El cadáver de Nord Stream todavía se mueve como nos cuenta Marion Van Renterghem en este magnífico libro en el que todo es verdad, aunque parezca una novela policíaca, con más de veinte muertes sospechosas. Es el resultado de un meticuloso trabajo de investigación basado en docenas de entrevistas a todo el que pudiera aportar, u ocultar, información sobre la historia del gaseoducto, su explosión y las consecuencias que aun sentimos
Von Renterghem es una reconocida periodista de investigación que publica en el semanario parisino L´Express.
La trampa de Putin a los grandes países de Europa Occidental, especialmente a Alemania, para convertirlos en rehenes de su gas, era una obra maestra que solo sabrían diseñar los mejores agentes de la KGB, como es el caso, a base de paciencia y engaños, que terminó convirtiéndose en uno de los grandes errores estratégicos del siglo XXI, porque un cómico de la televisión, llamado Volodymir Zelensky, convertido en presidente de su país, se negó a escapar de Kiev como le ofreció Biden, con una respuesta que en un instante le convirtió en un hombre de estado: “no necesito un taxi, sino municiones”.
El plan de Putin que estuvo a punto de tener éxito, preveía que la ocupación de Kiev y la defenestración de Zelensky serían un paseo como en Georgia, en Siria o en Crimea que terminaría con la instalación de un presidente títere y la apropiación de esa potencia agrícola donde ya controlaba el suministro del gas. Occidente no reaccionaría o se limitaría a imponer pequeñas sanciones como en las otras ocasiones. Luego seguiría Moldavia que no es miembro de la OTAN, donde ya controla Transnistria y finalmente los países bálticos que, aunque si son miembros de la alianza carecen de valor estratégico. Rusia recuperaría así lo que la Unión Soviética perdió al menos en sus fronteras occidentales.
Con el Nord Stream 2 terminado, Putin podría cortar el gas a Ucrania sin que ello afectara a sus clientes europeos.
Era la última piedra de su inmensa obra por la que occidente dependería de Rusia sin darse cuenta. Los acontecimientos le favorecían: Brexit, movimientos populistas, Estados Unidos centrado en China y desinteresado en Europa, y Angela Merkel, la única dirigente europea que conoce bien a Putin y que sabe como resistirle, en retirada, tras haber decidido terminar con las centrales nucleares.
El arma que permitiría a Putin lograr sus objetivos era Gazprom, la principal empresa rusa, que el controla. Propietaria, con socios menores de los dos gaseoductos, con más de 500 000 empleados, su propio banco y compañía aérea que ha hecho frente a las sanciones mirando a los mercados asiáticos. Gerhard Schröder sigue cobrando de alguna de sus filiales.
Pero fracasó, porque Zelensky no quiso coger un taxi, los ucranianos no aceptaron volver a estar otra vez al servicio de los rusos, la OTAN se despertó inesperadamente, los europeos mostraron una unidad no prevista y Estados Unidos recuperó el interés por Europa.
Poco antes de la invasión del 24 de febrero del año 2022, el 7 de ese mismo mes, Biden, que siempre se había opuesto a ambos Nord Stream declaró: si Rusia invade Ucrania, terminaremos con el Nord Stream 2 , sabremos hacerlo“. Cuando los dos gasoductos explotaron sobre él cayeron las sospechas y las acusaciones de Moscú. Estados Unidos podria suministrar gas natural licuado en sustitución del gas ruso, aunque a precios muy superiores. También Merkel había amenazado con terminar con los dos Nord Stream en caso de invasión. Kiev acusa a Moscú para ser también acusada por obvias razones Polonia es el último país sobre el que caen sospechas. No aparece ninguna prueba. En lo que todos los expertos están de acuerdo es que provocar una potente explosión -700 kilos a 80 metros de profundidad exige medios técnicos y conocimientos al alcance de pocos países.
El libro se lee con entusiasmo por su vibrante enfoque periodístico, con capítulos cortos, cada uno de ellos centrado en algún aspecto concreto de esta enrevesada historia. Confiemos en que pronto encuentre una editorial española que decida traducirlo.