Opinión

Una realidad

Opinión: “Mi Pequeño Manhattan”

Germán Ubillos Orsolich | Viernes 06 de septiembre de 2024

05SEP24 – MADRID.- Uno de mis psiquiatras, Carlos Carbonell Masiá, que se parecía a Valerie Giscard Destaing, me decía que mi vida había sido emocionante, riquísima y variada, y que era un ser afortunado, uno de sus pacientes más interesantes.



Carbonell - del que me habló un famoso actor cuando pasaba yo unos días de descanso en el piso que tenían Carmen Diaz y Luis Basabe, amigos de mis padres, en Marbella -, me llenó de esperanza.

Yo estaba malísimo entonces con una depresión endógena de caballo. Me había tratado el doctor Vázquez Velasco, que al decirle yo que tenía muchas cosas y obligaciones que hacer, me contestó con aquella su voz aguda y atiplada: “Agua pasada no mueve molino”.

Me acompañaban mis padres muy cariacontecidos. Pero fue después cuando apareció – como digo - el doctor Carbonell, elegantísimo, con su bata blanca; y Carmen, se secretaria, en su lujoso y amplio despacho de la calle Hilarión Eslava semi esquina a Cea Bermúdez.

Me tomó el pulso entonces, y tras tomarme la tensión, después, desde su altura mayestática, me dijo otra frase misteriosa para mí: “Usted se curará”. Y acto seguido me mando tomar “Ludiomil” de 25 miligramos.

Aquellas palabras mágicas y aquella droga comenzaron a surtir sus efectos.

Jamás lo olvidaré, ni aquí ni en el otro mundo.

Cuando comencé a salir con Sera, que no le gustaba que yo tomase pastillas, él, Carbonell, se limitó a decir: “esa mema”.

Mi amigo Carolo tampoco era muy partidario del doctor Carbonell, porque Carolo era autodidacta, y quizá esa fue una de las causas que facilitaron su fallecimiento. Era enemigo de los antibióticos, y se limitaba a observar la relación causa- efecto tanto en los trastornos bipolares como en todas las otras enfermedades.

¡ Cuánto me acuerdo de los paseos que dábamos por el paseo del Pintor Rosales, junto al Parque del Oeste, charlando de filosofía, de teología y también de las chicas ¡. A veces nos encontrábamos con María Luisa Oller, otra de mis amigas y “pretendientas” ¡.

Todos han ido desfilando. Todos desfilamos hacia el otro mundo, no sabemos si para bien o para mal, se supone que para bien, pues el Señor en su misericordia y que nos ama a todos por igual, me hace pensar que será para bien.

La gente suele temer más al dolor y al sufrimiento que a la muerte, desean marchar de una forma rápida, a poder se dormidos. Pero eso, como tantas otras cosas, depende del destino, tras el cual suele esconderse la voluntad divina. (continuará)...