Sociedad

En Alemania el complejo de culpa oculta la realidad

Crédito foto: Pixabay.com – imagen de referencia

“La Cueva del Lobo...”

Ignacio Vasallo | Miércoles 29 de mayo de 2024
29MAY24 – MADRID.- En Alemania no se creen lo que dice el profeta Ezequiel de que ningún hijo cargará con la culpa de su padre. Prefieren la versión bíblica: los pecados de los padres los pagarán hasta la tercera y la cuarta generación.

Los que mandan han decidido que toda la ciudadanía debe llevar perennemente la pesada cruz de la culpa por el holocausto. Es cierto que en los tiempos del nazismo no solo fueron culpables los funcionarios armados del partido, sino que la mayoría de la población se puso orejeras, gafas oscuras y tapones para no enterarse de los campos de concentración y de la expropiación de las propiedades de los judíos. Por supuesto Willy Brandt y otros son la honrosa excepción.

Tras la guerra la limpieza política fue escasa: empleados públicos, policías ,incluso jueces y fiscales fueron reclutados por la república federal en función de su capacidad técnica, tras una decisión del propio Adenauer. Posiblemente tuviera razón pues hubiera sido imposible montar el aparato del nuevo estado con la rapidez y la eficacia con la que se hizo, pero con la consecuencia imprevista de que el sentimiento, verdadero o fingido, de una culpa que no tuvo castigo se introdujo en el alma de la nueva sociedad y ahí sigue tres generaciones después, aunque los actuales políticos y periodistas alemanes hayan nacido después de la guerra.

La República Federal pagó reparaciones a Israel a pesar de que no era un estado durante la guerra y al Congreso Mundial Judío por bienes confiscados, trabajos forzados y persecución. Tan recientemente como en abril de este año, el gobierno alemán otorgó 27 millones de dólares a los algo más de 100.000 judíos residentes en Israel -la mitad del total mundial- tras la masacre de Hamás .

Con el paso del tiempo el sentimiento de culpa no se ido diluyendo, sino que tanto el gobierno federal como los länder han hecho lo posible por perpetuarlo.

El 1 de mayo del 2018 se creó la Oficina del Comisario para la vida judía en Alemania y la lucha contra el antisemitismo. Inmediatamente se fueron creando oficinas similares en cada estado federado. Diversas organizaciones religiosas y centros educativos siguieron el ejemplo. En contra de la teoría evolucionista por la que la función crea el órgano, aquí el órgano creó la función.

En un magnífico reportaje en la revista progresista Jewish Currents, la filósofa y estudiosa de la historia alemana Susan Neiman nos cuenta como, nada más tomar posesión, los comisarios, cada uno por su cuenta, se lanzaron a hacer acusaciones de antisemitismo, aunque no quede claro lo que cada uno entiende por tal. Por supuesto todos están de acuerdo en lo que se refiere al Holocausto , pero nada más.

Rápidamente consiguieron que las autoridades prohibieran cualquier manifestación pública de apoyo a Palestina en presentaciones de libros, congresos y exposiciones. En el año 2020 la Trienal del Rhur canceló la participación del filósofo camerunés Achille Mbembe por comparar al Holocausto con el colonialismo o equiparar el tratamiento a los palestinos en Cisjordania con el apartheid sudafricano. Ya con impulso el comisario de Hesse obtuvo el cese de la directora del festival que no volvió a encontrar trabajo.

Neiman opina que con el concepto de antisemitismo que está imponiendo el comisario federal Felix Klein, Hannah Arendt y Albert Einstein no podrían participar en Alemania en ningún acto público de instituciones con financiación federal por haber publicado en el New York Times una carta abierta en 1948, acusando al partido Herut en el gobierno -hoy Likud- tras la destrucción de la aldea árabe de Deir Yessin, de utilizar métodos fascistas.

Klein cree que Alemania tiene una responsabilidad histórica especial que le obliga a reprimir cualquier crítica a Israel. Neiman opina que el objetivo del sistema no es garantizar la seguridad de los judíos sino aliviar los sentimientos de culpa de los alemanes. El problema no es el antisemitismo sino la identidad política alemana.

Para algunos intelectuales judíos de izquierda, Alemania hizo en su día algo importante al poner los crímenes antisemitas en el centro del relato nacional, pero en los últimos 3 años el sistema de los comisarios ha ido en sentido contrario al pretendido. Otros piensan que aun queda mucho camino por recorrer. El centro Simón Wiesenthal -por el homónimo cazador de nazis tras la guerra- de Los Ángeles define como antisemitismo cualquier difusión de mensajes antisemitas u hostiles hacia Israel. Consecuentemente lanzó la maldita acusación contra personas que creían estar en la posición ortodoxa, incluido el embajador alemán en Estados Unidos.

Las acusaciones tan amplias de antisemitismo pueden tener consecuencias contrarias a las buscadas y provocar en algunos sectores la emoción de lo prohibido. Si es cierto que el antisemitismo está al alza en Alemania harían bien las autoridades en no banalizar el asunto y limitarse a actuar cuando este sea claro .

En todo caso en estas circunstancias es imposible que Alemania reconozca al estado palestino a pesar de su teórico posicionamiento en favor de los dos estados.