30AGO22 – MADRID.- He de agradecer al Señor lo atento que ha sido siempre conmigo, mañana, tarde y noche. Me ha rodeado del amor y la atención mis padres, de mis parientes y de mis amigos y amigas.
Antes de que ellos faltaran me hizo conocer a la que sería mi esposa canónica, llamada también por mí santa Elena. Siempre me sorprendió que al llegar a la iglesia a misa se sentaba en el último banco, yo desde allí apenas veía al celebrante y yo iba y me sentaba en el primer o segundo banco, me gustaba por lo que tenía de honorifico, pues yo era escritor y pensador de una cierta alcurnia social, la gente me aplaudía en los escenarios y en los medios como en la prensa y en la televisión. ¿Cómo entonces me iba a sentar en la última fila ?.
Esto generó un cierto distanciamiento y una cierta desazón pues yo notaba la diferencia sustancial entre la forma de pensar de mi mujer y la mía; pero eso mismo ocurría en los banquetes y en las bodas, ella solía sentarse en la última fila y yo en la primera. Como esto se repitiera en todas la circunstancia sociales me llegué a preguntar qué sentido tendría todo aquello para mí tan desagradable.
Un buen día un obispo auxiliar de la diócesis de Madrid acertó a explicarlo en la homilía de la festividad. Jesús no podía darnos nada material pues él era pobre y solo llevaba su túnica y sus sandalias, pero lo que no me fijé es que Jesús solo me podía dar su ser y su verdad, su cuerpo crucificado y resucitado al tercer día de su muerte.
Y fue entonces que el obispo dijo mejor; que te sientes al final del templo para que cuando llegue el Señor de las bodas te diga, “ven aquí amigo mío y siéntate un poco más delante”. Mejor que no – sentándote el primero - se te acerque y te diga “levántate de ese lugar que está reservado para otro, siéntate más atrás que ese no es ese tu lugar”, y pases una vergüenza tremenda. Porque los poderosos y los millonarios serán humillados, y los pobres del final del templo serán enaltecidos.
Mi esposa Elena es de las pocas mujeres que posiblemente sin saber el secreto ni el texto, cumplen con humildad y a rajatabla las palabras del Señor