La Navidad es también un cuento en sí. Un cuento ambiguo, con su consagración de la ética vigente por un lado y con sus aperturas a la subversión frente a nuestra normalidad cotidiana y poco navideña.
El discurso dominante cuenta, entre otras, con esta válvula de escape de disidencia efímera, un mero lapso fugaz de la normalidad, que habitualmente confirma el orden dado y sirve como catalizador para liberar tensiones y sentir identidades reprimidas, o religarnos con un pasado nostálgico y mítico marcado por la tradición y anclado en nuestra propia experiencia de cuando éramos infantiles aún fascinados por la magia y la bondad.
Yo suelo rehuir esa navidad prefabricada que dicta el canon. Es una especie de trampa sensiblera y falsificadora que justifica y ratifica el modo de ser y vivir que tenemos y lo embadurna de hipocresía y palabras que se desmienten en cada hecho y en cada noticia. Me sobra su excesivo peso y los buenos propósitos que se esfuman al día siguiente.
Pero, en la rendija que permite abrir a la navidad, el cuento navideño puede mostrar, con su haz de paradojas y ficciones, rostros y voces que olvidamos, que no significan, que no tienen valor ni valores socialmente relevantes.
Ojalá yo sepa con estos cuentos mestizos, bastardos, escritos con cierta mala fe, iluminar algunos espacios ensombrecidos y opacar los que reciben demasiada luz y brillo de nuestro desnortado mundo. Ese es mi propósito, mi villancico y mi aguinaldo para estos días; dar voz, aunque sea ficticia y trabucada, a ciertos silencios que habitualmente no tienen quien se la preste y desacatar unos valores indebidamente ensalzados y glorificados.
Los cuentos deben doler y yo espero que estos duelan un poco en quienes los leéis y que sirvan de impugnación de esa navidad de pacotilla que marca el calendario.
Qué extravagancia: las palabras y los deseos de paz, amor, justicia, fraternidad, que ahora usarán en sus discursos navideños por políticos, reyes, jefes de negociado, patriarcas, ministros de cultos varios, cuñados y otras fuerzas vivas,son deseos huecos, mentiras grandilocuentes y refuerzo del orden imperante, donde ni paz, ni amor, ni justicia ni fraternidad tienen acogida efectiva. Confirman así el valor instrumental de la navidad oficial y calendarizada como púlpito desde el que el sistema y sus representantes extienden sus consignas y hacen valer sus proyectos.
Afortunadamente no les hacemos demasiado caso (ni falta que les hace mientras nos limitemos eso) y no dejan de ser una voz sorda en la televisión y en la prensa oficial a las que nadie presta atención en estos días. Y ojalá el ejemplo de desinterés por los susodichos dueños de las cuentas y los cuentos nos dure por más tiempo que el de la propia navidad.
En todo caso, este es mi regalo para la gente a la que quiero en esta recurrente navidad. No es mucho, ni es especialmente entrañable. No es un regalo de compromiso ni un deseo huero de los que pueblan las postales navideñas.
Pero es un regalo a mi manera.
En todo caso, una oportunidad más de tenernos en cuenta. Feliz navidad.
Madrid, 24 de diciembre de 2023.