Nos saludamos al mismo tiempo, los dos “besitos” que se dan al aire, una débil sonrisa y unos buenos días bajando la voz. No pude decirle adiós, mi interrogante de porque esa mirada tan llena de tristeza me hizo entrometerme en su intimidad.
-Hola – dije -¿qué tal estas?
-Bueno, respondió en forma pausada, aquí, sobreviviendo. Yo insistí en saber más.
-Pero, pero te veo triste ¿o estoy equivocado?
.Ah- dijo- es que si yo te contara…
Terminamos tomando café en un barcito de la esquina y ante una pregunta mía respondió:
-Si-, estoy trabajando, pero te prometo que lo digo con algo de vergüenza; y me contó su tristeza. Sabes que me gradué en periodismo, que trabajé en una revista, en un periódico latino y en una radio. Hoy continuo en la radio; el salario es poco pero ya sabes, -lo que decía mi abuela-, poco es mejor que nada. Cuando estaba en el instituto y le comenté a mi profesora que quería estudiar periodismo, me felicitó y me dijo: no hay nada más bonito que decirle a la gente la verdad del mundo que nos ha tocado vivir.
Después fue el profesor de la universidad quien también me felicitó y dijo algo parecido. Yo estaba muy ilusionada, soñaba verme ante un micrófono contando a los oyentes las noticias del día, algunas veces me dormía muy tarde preparando mi escrito para enseñarlo al director, nos reíamos y me decía: léelo, pero tú verás, espero no haya problemas.
Y yo hacía mi trabajo llena de felicidad, me sentía útil, libre, jamás pensé en decir una mentira, pero ya sabes, siempre hay un pero. Un día nos visitó el director de un banco, al que ya le publicitábamos su entidad; pensamos que era para felicitarnos pero con el tiempo, me di cuenta que no era así. Desde ese día el director revisaba mi escrito y tachaba lo que no le gustaba; a los dos meses, nos visitó el representante de una asociación de empresarios, y esta vez mi director ya no me tachaba nada sencillamente, no leía mi escrito; esta vez lo escribía él y yo solamente tenía que leerlo sin opinar nada aunque todo lo que decía el escrito eran mentiras
Cuando le pregunté por este cambio me dijo algo malhumorado:
-¿Que quieres?, ¿Que nos quedemos sin publicidad y sin créditos bancarios?
Fue entonces cuando lo comprendí y mis ojos se llenaron de tristeza. Hoy no existen los periodistas, existen los leedores de escritos patronales, todo es una farsa, tanto en televisión, como en radios y periódicos; es una vergüenza. Los que trabajamos en esta cuestión no somos nada, nuestro colectivo está prostituido; alguien dijo que los periodistas y las periodistas son como prostitutos y prostitutas, obedecemos y sonreímos a quien nos paga sin saber lo que tenemos que hacer, no podemos pensar ni opinar, solo leer y muchas veces sonreír, maquillarnos y vestir en forma muchas veces provocativa, para que quien nos escucha, no preste atención a lo que decimos.
Te cuento algo muy doloroso que sucedió con el noticiero de la noche, la compañera que lo leyó habló de una organización terrorista llamada Hamas, dijo que eran sanguinarios, asesinos y salvajes, pero todos sabemos la verdad, sabemos quiénes son los genocidas, los fanáticos, los violadores y los expansionistas que hacen y deshacen ante la cobardía de Europa y Latinoamérica, salvo Bolivia único país del mundo que merece mi respeto, Bolivia cortó relaciones con los nazis de hoy. Y los más triste mi querido amigo, es que la compañera que leía las noticias es de antepasados musulmanes. Por eso mi querido amigo, mi mirada es de tristeza, porque estudié algo que me enamoró y hoy hago algo que es inmoral, pero si no lo hago, ya sabes, te esperaría cada día para que me invitaras a tomar un café.
Nos despedimos. Ella camino de su “inmoral trabajo” y yo a guardar mi barra de pan, solo que esta vez con una diferencia. Ahora era mi mirada la que estaba llena de tristeza y que hacía me brillaran los ojos.