“ABC”, años después ponía, en sus portadas cuatro o seis cuadritos con las noticias más importantes; se hundía económicamente, iban a la quiebra, cuando ficharon a un joven periodista llamado Luis María Anson. Ese joven periodista de mirada inquieta y hacer definitorio se hizo cargo del diario, propiedad entonces de la familia “Luca de Tena”, y en un abrir y cerrar de ojos recuperó la fama, las cuentas y el señorío de antaño. La primera portada bajo su mandato fue un chiste de Antonio Mingote, al que de paso dio fama nacional. Esos dibujos inolvidables y chaplinescos del genio del humor patrio, que acabaría siendo académico de la lengua como el entonces nuevo y joven director.
Anson conservó la idea —genial entonces – de un dibujo, un chascarrillo o una sola foto o única viñeta, para las portadas. Pero foto impactante como las Torres Gemelas de Nueva York ardiendo por los cuatro costados, tras el impacto de los aviones ordenados por Osama bIn Laden; o los trenes de Atocha reventados, o un hombre cubierto de ceniza caminando trabajosa y penosamente por el polvoriento cementerio de cadáveres calcinados o reventados que era entonces “La Calle 42”, de la morgue que fue entonces Manhattan aquella mañana del 11 de septiembre del año 2.001.
Si el ABC de los vetustos y sabios lectores pasó a ser un remedo del “TBO”; el diario “El País” de ahora se ha ido transformando en una lápida mortuoria aburrida y gris, una pesada losa polvorienta que cayera sobre los lectores que aún soñolientos se dispusieran a ojear la prensa de la mañana, mientras sus esposas o sus maridos, por qué no, servían el humeante y aromático café bien cargado en un intento de que se despertaran.
Sí; “El País” es el rollo de tomo y lomo, antiguo boletín oficial del estado, de unas sectarias izquierdas hoy cloroformo o éter de unos colaboradores que no los conoce ni su padre, y de unas rocambolescas ideas peregrinas que hay que leerlas con lupa dado sus infinitesimal tamaño para quien pueda hacerlo, pues como decía al principio, puede dormir sin duda alguna a las mismísimas hormigas.