Frente a los políticos y sus historias grupales, los españoles queremos una futura Constitución unitaria y práctica, en la que la sanidad y educación y otros aspectos importantes para el cuerpo y el ánimo sean homogéneos en todo el territorio nacional, cuando viajamos y que no nos compliquen los reinos taifas del “café para todos”, que es café/café para unos y malta para otros.
Queremos que los medicamentos cuesten lo mismo aquí y allá, que no tengamos que hacer jeribeques para ir a un médico de otra autonomía diferente de la habitual; que no se permita inventar la historia a los políticos y dejarla en manos de los historiadores (John Eliot y Henri Kamen nos lo han puesto de manifiesto con sus artículos estos últimos días).
El discurso del Rey, la gran manifestación de catalanes y españoles anti-secesionistas y, sobre todo, la fuga de empresas del poder económico, han hecho más por llamar a las cosas por su nombre que los políticos filibusteros o inanes. Confiemos en que para la próxima Constitución se escuche a los españoles de a pie y no solo a Fainé y otros directores de grandes firmas como del Banco Sabadell, Planeta, Freixenet, Codorniu y otros magnates.
El teléfono rojo del Gobierno de España ha de ser con los españoles de la calle y no con los poderosos de los grandes despachos.