La pintura mide nada menos que 7 x 3 metros, inaugurada el pasado mes de noviembre y acoge un rico friso de personajes que van desde el pontífice, los obispos, canónigos y monaguillos a la derecha, mientras un grupo de jóvenes sostienen una cruz, un estandarte de la Virgen con el Niño –la de Chestokova- y una serie de banderas, banderolas y gallardetes de distintos países en un desfile y encuentro devocional sacro.
El pintor contó con modelos y figurantes. Un mecenas anónimo y la congregación del Dolors, con la aquiescencia del obispado de Vic, hicieron posible el encargo del proyecto en 1914 y su realización final en 2016.
La Cruz del jubileo o Cruz de la JMJ o Cruz Peregrina entregada por Juan Pablo II a los jóvenes del mundo para que estos la llevaran a todo el mundo como símbolo y estandarte de la fe de Cristo motivó finalmente la iconografía del gran cuadro parietal.
“El punto central de la composición es la cabeza del monaguillo, en la que converge una gran V compuesta por líneas diagonales que ascienden hacia los márgenes superiores, recogiendo la atención del ojo en la parte central”.
El ritmo principal de la obra es una lemniscata, una doble elipse que vincula todos los elementos de la composición dirigiendo la mirada en un recorrido cíclico”, se explica en el libro catálogo de la pintura titulado Alamà. La Cruz del Jubileo.
Tomás Paredes, presidente de la Asociación Española de Críticos de Arte, AICA/Spain subraya en el libro catálogo, que Jordi Díaz-Alamà (Granollers. Barcelona, 1986) cuenta con gran energía para dar clases, crear academias, pintar, gestionar.
Estudió Bellas Artes en la Universidad de Barcelona, ha perfeccionado su formación junto a pintores como Muñoz Vera y Antonio López, además de una estancia de Florencia.
El autor de “La Cruz del Jubileo” ha dejado una muestra de su maestría de pintor y de su sensibilidad para el arte sacro.